Cinco juegos que sanaron mi alma

No vine buscando fortuna. En mi apartamento de Brooklyn, tras noches largas y café frío, abrí los juegos no para apostar, sino para sentir. La ruleta no era azar; era un metrónomo para mi corazón. ¿RTP por encima del 96%? Sí. Pero lo que importaba era la pausa entre giros: el espacio donde vivía el pensamiento. Mi límite diario: \(30-\)50 USD. No por miedo a perder, sino por aprender a escuchar—el susurro sutil de las ranuras como lluvia sobre cristal. Un solo giro costaba menos que una infusión—pero me devolvía algo ninguna terapia podía: presencia.