La Victoria Silenciosa del Ratón Dorado

No vine aquí por jackpots. Vine porque la máquina susurraba como el piano viejo de mi madre: lento, constante, suficiente para no ahogarme en el ruido. Creía que ‘ganar’ significaba tirar de las palancas hasta quemar mi billetera. Luego dejé de jugar. Sucedió un martes tras el café. Giré una vez. BRL 30. Sin victoria. Pero lo sentí: el resplandor entre los carretes, como luz de estrellas sobre el cielo de São Paulo. El RTP era 96%. La volatilidad? Baja. Las tiradas gratis? Un regalo. No cada giro necesita un jackpot para importar. Aprendí: la sabiduría vive en la pausa. Mi padre me enseñó que la verdadera riqueza no rugió — respira en silencio bajo las pantallas de medianoche. Dijo: ‘El ratón no baila por monedas… ella baila porque recuerda cómo ser still.’ Así jugué con BRL 0,5 por giro. Esperé el evento dorado —la noche del fuego dorado— donde los bonos florecían como fuegos artificiales entre callejones ocultos. Y cuando gané BRL 70? No celebré al hacer ‘cash out’. Guardé la captura —no como prueba… sino como poesía.