El Juego Que Me Devolvió

No vine por botes. Vine porque, tras tres pérdidas seguidas, me detuve… y me senté en silencio frente a la pantalla.

No todos los giros tenían sonido. Pero uno lo tuvo.

Eran las 3:17 a.m. La pantalla brillaba dorada—no por píxeles, sino por memoria. Un pequeño ratón bailó más allá del agotamiento, y por primera vez en meses, sonreí.

Nunca Fue Sobre Ganar

Lo llaman «gamificación». Yo lo llamo comunión.

El RNG no trampa. Pero yo sí lo intenté… hasta que dejé de controlarlo.

¿Y si ganar no era la recompensa? ¿Y si la recompensa era el silencio? La pausa antes de presionar «girar» otra vez?

El Ratón Supo Algo Que No Dijiste

Mi abuela decía: «La alegría es sagrada cuando nadie mira.»

Así apagué las notificaciones.

Empecé a compartir capturas—no para presumir—sino para decir: «Yo también estuve aquí.»

Un comentario lo cambió todo: «Igual aquí. Mi perro ladra cuando gano.»

No construimos una comunidad alrededor del dinero. Construimos una alrededor del silencio. La clase que viene después de la medianoche. La clase que siente como café frío sobre una mesa—frío, pero suficientemente cálido.